Todos los que se atrevieron a emanciparse en una elección legislativa llegaron maltrechos, aunque hayan ganado, a las presidenciales. Rodríguez Larreta y Sergio Massa son ejemplos claros de eso.

Axel Kicillof es el único dirigente peronista kirchnerista en condiciones de terminar de verdad con el kirchnerismo. Suena ilógico, porque él proviene del riñón de Cristina Fernández de Kirchner, pero es así. Los otros, gobernadores o intendentes de peso, o el propio Sergio Massa, están varios escalones detrás mientras que el primogénito Máximo no puede superar su mala imagen personal.

El gobernador hace como que no se entera de las críticas que le dedican Máximo Kirchner, los legisladores y los jefes comunales de La Cámpora.

Si bien lo vivió en carne propia cuando anduvo en Quilmes y Hurlingham, a Kicillof no se le mueve un músculo de la cara. Como se puso de moda, “finge demencia” y sigue.

Sin embargo, hay algo que debe ser valorado y tenido en cuenta, a la vez, en este tipo de situaciones: los amigos del hijo de los dos presidentes prefieren ser fieles a alguien que no maneja el Ejecutivo ni dinero antes que darle un guiño al gobernador. 

Axel no conduce a nadie en particular pero todos lo necesitan. En el acto de la semana pasada, donde algunos pretendían que fuera de emancipación de Cristina Fernández de Kirchner y de su hijo, no dijo más que lo previsible para un gobernante opositor.

Tampoco pudo mostrar mucha musculatura a su alrededor, donde estuvo acompañado por un puñado de intendentes y más de la mitad de los ministros de su administración. El resto, entre alcaldes y funcionarios aún alineados con el hijo de los dos presidentes, no tuvieron ningún reparo en despegarse de Kicillof.

Para peor, el gobernador no castigó a nadie de su organigrama provincial por no haber ido a un acto que él protagonizó y al cual pidió que fueran casi personalmente. Los ministros de Justicia, Medio Ambiente y Salud, entre cientos de otros que ocupan subsecretarías o direcciones claves no tuvieron ningún problema laboral al día siguiente de haberse ausentado. Mala señal para un partido donde la verticalidad se respeta y se hace respetar. 

Días después, a pesar de que su rival Máximo Kirchner, como jefe del PJ bonaerense, había convocado a elegir su reemplazante en noviembre de este año -lo mismo que se terminó definiendo a nivel nacional-, Kicillof dejó trascender que no creía que sea necesaria realizar un interna para dirimir esa conducción.

Lo mismo venía diciendo hace dos años, cuando todos preveían el choque de trenes que se generaría si La Cámpora insistía con otra candidatura que no fuera la suya para gobernador o presidente. “Una interna termina siendo una carnicería en el peronismo”, insistía en aquellos momentos. 

Lentamente, quienes pretendían acercarse bajo el supuesto de una pelea directa entre él y el hijo de los dos presidentes, están replegándose. Solo insisten Jorge Ferraresi, Andrés “El Cuervo” Larroque y Mario Secco, a quienes todos los días se les mide kirchnerismo en sangre. “Son funcionales a La Cámpora. Quieren retener todo lo que puedan para después meter un par de candidatos en la lista de unidad”, sostienen quienes no ven una ruptura o pelea interna.

Para peor, el gobernador no puede sacar ventaja de la diferencia en imagen y potencia electoral que él tiene del resto de sus aliados o enemigos internos. Su foto junto con Fernando Espinoza, el intendente de La Matanza, al día siguiente que estallara la acusación en contra del jefe comunal por abuso sexual y acoso posterior, es todo un dato.

Tan nublado es todo su armado que ninguno de sus allegados se puso a pensar por un minuto qué perdería si no hubiera ido hasta Isidro Casanova la semana pasada. Nunca se les pasa por la cabeza sopesar premios y castigos ante semejantes dilemas, que no lo son tal.

¿Espinoza le hubiera podido decir algo? ¿Podría generar una reprimenda? ¿Se sumaría a las huestes de Máximo Kirchner, cuando todavía no resolvió con el jefe del PJ las deudas que quedaron de la última interna tras el apoyo de esté al Movimiento Evita en contra del intendente? ¿En qué podría perjudicarlo a Kicillof, que se jugó por Verónica Magario cuando querían que ese lugar fuera ocupado por Martín Insaurralde?

Mientras que en ese mundo interno sigue tan mareado como náufrago en medio del mar, el gobernador sí tiene en claro que su construcción debe ampliarse hasta aproximarse lo más posible a lo que fue la primera Concertación Plural de Néstor Kirchner. Ese proyecto puede verse reflejado cuando va a buscar el abrazo de Maximiliano Pullaro e Ignacio Torres, gobernadores de otras fuerzas políticas siempre contrarias al kirchnerismo que representa Kicillof.

Varios ministros e intendentes saben que no tienen mucho que hacer ahí donde están, pero tienen más miedo salir de ahí. “Vamos a una derrota segura. No podemos trepar el 30% de los votos en la Provincia. Si hay un peronismo anti K nos lleva un pedazo importante”, le dijo a MDZ uno de los que más se preocupa por encontrarle la salida al laberinto al cual siempre tiene que entrar desde hace más de una década.