Narrativa

María Cecilia Barbetta y el desafío de narrar la historia argentina reciente en alemán

En "Nocturno esplendor", la autora reúne un grupo de personajes diversos que componen un fresco de la Argentina de mediados de los ´70.

Una monja que anda en bicicleta, un peluquero que quiere comunicarse con su madre muerta, una niña que evangeliza al barrio llevando casa por casa una imagen de la Virgen fluorescente, los mecánicos que trabajan en un taller de Villa Ballester, una artista hippie preocupada por la desaparición de sus gatos y los integrantes de una escuela esotérica conforman el conjunto variopinto de personajes que transitan las historias entrelazadas de “Nocturno esplendor”, la novela más reciente de María Cecilia Barbetta, escritora argentina radicada en Alemania.

En el libro que edita Emecé, la autora argentina radicada en Alemania desde 1996 reúne postales de Ballester, la localidad bonaerense donde creció, con una serie de tipos humanos que transitan la convulsionada época previa a la dictadura de 1976. Aunque no son centrales en sus historias, la escritora ubica en el trasfondo de su libro el trabajo de los curas que responden a la Teología de la Liberación, el regreso y la muerte de Perón, el gobierno de María Estela Martínez de Perón secundada por José López Rega y el crecimiento de la Triple A.

“Nocturno esplendor” recrea en clave de ficción una de las épocas más terribles de la Argentina, desde la mirada de la gente común, en una operación de extrañamiento que comenzó desde que la autora la escribió originalmente en alemán y trabajó en la traducción al español argentino con su compatriota Ariel Magnus. Durante una visita de presentación de su libro en la Argentina, la autora conversó con Télam sobre la creación en una lengua extranjera y cómo sus historias preanuncian la violencia que ocurriría en el país durante la dictadura.

-Lo primero que llama la atención es la estructura que tiene la novela, parece un fresco o un desfile de personajes, unidos por un eje común: la localización en Ballester.

- Yo pienso mucho los libros desde una estructura. Incluso comienzo a escribirlo cuando considero que tengo una estructura, a pesar de que no sepa muy bien cómo va a terminar. La estructura me sirve como momento de anclaje, en los años 74 y 75. .

- Elegís una época muy precisa: entre el regreso de Perón y su muerte…

- Sí. Me documenté mucho sobre esa época. Es el período desde la vuelta de Perón, su posterior muerte y el comienzo del gobierno de Isabel Perón acompañada por José López Rega. Sin embargo, se trata de una novela y no de un ensayo. El trasfondo histórico es simplemente un pretexto para acercarme a ciertos personajes.

Yo diría que la novela tiene cuatro partes, pero tiene tres ejes temáticos que yo consideré importantes para entender esa antesala de la dictadura cívico militar argentina: el rol de la Iglesia Católica más que todo la progresista, los curas tercermundistas. No hablamos del ala conservadora. es la historia que se desarrolla en un colegio de monjas. La segunda recorre la política de la época y transcurre en un taller de autos donde los mecánicos se enteran de la Historia con mayúsculas pero no por sus propias experiencias sino a través de la lectura de los diarios, escuchando la radio o mirando televisión. La tercera historia tiene que ver con el ocultismo y el esoterismo en una época en la que tanto la presidenta María Estela Martínez de Perón como su mano derecha López Rega creían que se podían comunicar con los muertos. Consideré que estos tres ejes eran los que podían alumbrar o ayudar a entender la época y lo que se desata después. Luego viene una cuarta parte que integra a las otras tres y enlaza esos temas.

- Elegiste un índice al comienzo de la novela, que no tiene los nombres de los capítulos sino solo sus números y el número de página en el que comienza. De algún modo hace acordar al tablero de “Rayuela” de Cortázar…

- En la editorial querían ponerlo al final y yo insistí en que estuviese al comienzo. El índice es para mí como un diagrama, un dibujo y enlaza con el capítulo en el que se habla de los cuadrados mágicos, son esas figuras llenas de números. Además da pruebas de la simetría que hay en la novela ya que en todos los casos cada parte empieza en el capítulo 1 y termina en el 33. La cuarta parte tiene un solo capítulo. Entonces, sin haber leído la novela, el lector entiende que estas tres partes forman un todo, incluso gráficamente.

-En tu libro lo gráfico tiene un peso importante: hay ilustraciones de calaveras, letras que arman dibujos, carteles, mapas, cambios de tipografía…
-Soy muy plástica. Me gustan los dibujos y las imágenes. De hecho pensé a la novela como un caleidoscopio, un dispositivo que genera imágenes pero que, para ello, el lector tiene que hacer un movimiento, girarlo hacia la luz. Es un caleidoscopio con tres ejes o tres posiciones. Los cristales son siempre los mismos pero se ven distintos. Los personajes son así también. Aparecen en las distintas partes, pero en unas son más centrales que otras, como si fuese un dispositivo que se mueve y los pone en primer plano o los aleja. Claudia Piñeiro me acompañó en una presentación y decía que los personajes se alejan o acercan en cada historia. Te doy un ejemplo: Teresa es protagonista en la primera historia del colegio de monjas, pero en la segunda solo es la nieta del dueño del taller mecánico, y en la tercera, una invitada al cumpleaños.

- Naciste en Argentina pero vivís en Alemania y escribiste la novela y luego le pediste a Ariel Magnus (otro argentino con una trayectoria parecida) que la tradujese. ¿Cómo fue encontrarte con tu propia historia mediatizada por otro?
-Ariel y yo compartimos la pasión por el lenguaje y el hecho de ser muy meticulosos. Así que fue intenso pero hermoso. Sabíamos que al traducir se perdían cosas, pero también que podíamos ganar otras. Nos pasamos noches en vela buscando la palabra justa. Estuve varios días pensando el equivalente de “overol” que no me sonaba cercano, hasta que recordé “mameluco”. Poco después nos pasó con “alquitrán”, que terminamos sustituyendo por “brea”. Yo escribo en alemán y no en español porque pasé la mitad de mi vida en Alemania. Pero decidimos que lo íbamos a traducir no al español sino al argentino.

- Pero el alemán es una lengua adquirida, un segundo idioma…
-Para mí el idioma alemán es el idioma extranjero es el idioma aprendido. Es también el idioma que trato de aprender y es muy fructífero a la hora de novelar, pero, al mismo tiempo, tengo la necesidad de anclar mis novelas en Argentina. Hasta ahora ninguna sucede en Alemania.

Es extraño escribir en otra lengua sobre Argentina, siento que me acerco como disfrazada, con una cierta distancia que es importante para ver las cosas que conozco también.

Es mirar con otros ojos, redescubrir ciertas cosas y, aludiendo al título “Nocturno esplendor”, iluminar algo que está en las sombras.

-¿Cómo recibe tus obras el público alemán? ¿Son capaces de entender a personajes como José López Rega?
- En la versión en alemán hay ciertos temas que los explico con mayor detenimiento. Tiene párrafos que en la traducción descartamos porque los lectores argentinos no necesitan esa información. Igual la idea no es hacer un libro de historia pero sí darle cierto contexto al lector que no vivió ciertos hechos.

Respecto del esoterismo, a los alemanes no les resulta tan extraño porque durante el nazismo, el grupo central de la SS era esotérico. Se reunían en un castillo y tenían sus rituales.

-¿Cómo incorporás la historia en tus ficciones?

-Tomo lo que me da la Historia escrita con mayúscula como disparador de mis propias historias. Tomo el trasfondo religiosa de la época para crear a este personaje que es una monja que va en una Vespa a la villa. El esoterismo lo anclo en la Escuela Científica Basilio que era un lugar emblemático en Ballester. Crecí toda mi vida viéndola a pocas casas de la mía.

- De la historia contemporánea de la Argentina, elegiste la época previa a la dictadura, no se ven sus efectos, pero se presienten…
-Sí. No cuento desapariciones pero hay personajes, como la monja que trabajaba en la villa, que no vuelve a aparecer. También están los gatos de un personaje que pinta y van desapareciendo. Ella pinta a esos gatos pero no como gatos sino como figuras humanas, al modo de los dioses egipcios. Son personas con máscaras.

También hay unos policías que hablan de que tienen que estar a disposición, y de lo que sucede en el Ministerio de Desarrollo Social. Si bien nombro a personajes históricos como María Estela Martínez de Perón y López Rega, no son personajes actuantes, solo se habla de ellos como hablaba la gente de la época, sin saber demasiado. Solo por lo que se escuchaba en la radio, o en televisión o se leía en los diarios.

- Pareciera que el miedo va in crescendo en el texto. Al principio no existe, y luego lo siniestro se va haciendo más patente…
- Sí, está el “sátiro” que resulta ser un malentendido. También los policías que, al principio son casi graciosos, pero luego se vuelven más nefastos. Y está el último capítulo que rompe el orden temporal de la novela y reúne imágenes del pasado y de lo que vino después, como el Mundial 78. Es una suerte de cuarta dimensión.

- Elegiste un narrador que cuenta las cosas de un modo simple, con pocos saberes. Su mirada se acerca a la de la niña protagonista de la primera parte, o al peluquero que quiere comunicarse con su madre muerta…
- Elegí la mirada de la gente de esa época. Una mirada inocente y de desconocimiento. Me gusta acercarme a los personajes y crear una voz, Y estos personajes inocentes o chicos, me dan la posibilidad de que aparezcan los malos entendidos que me encantan y me parecen muy fructíferos.