Un descubrimiento de arqueólogos causa azoramiento en la comunidad científica mundial: se trata de cerebros que se han conservado durante muchos milenios. Aquí, los detalles de este arcano histórico.
Un misterio de la arqueología llena de asombro y fascinación a la comunidad científica internacional: cerebros humanos que se conservan, a pesar de que han pasado miles de años. Este descubrimiento ha desatado todo un debate sobre los modos de preservación de órganos.
Según el especialista Sergio Parra, la evidencia hallada "sugiere un mecanismo de conservación hasta ahora desconocido y profundamente intrigante. El cerebro humano, esa masa de tejido encerrada en la oscuridad de nuestro cráneo, es conocido por su vulnerabilidad post-mortem. La rápida descomposición de este órgano tras el fallecimiento deja a menudo poco más que el cascarón vacío de hueso que lo contenía. Sin embargo, el registro arqueológico ha comenzado a contar una historia diferente, una que desafía la efímera naturaleza de nuestra materia gris. En el corazón de este relato se encuentran más de 4.400 cerebros humanos que, desafiando toda lógica, han perdurado a través de milenios, abarcando desde los confines de la historia humana hasta nuestros días, en todos los continentes excepto la gélida Antártida", explica.
Según el experto, a partir de los hallazgos arqueológicos, consta que algunos de los cerebros hallados se remontan doce milenios en el tiempo, nada menos.
La investigación científica ha sido publicada en National Geographic, donde Parra detalla que estos descubrimientos "han atrapado la imaginación de científicos y arqueólogos por igual, quienes se han dedicado a desentrañar el misterio detrás de la preservación de estos tejidos tan propensos a la descomposición".
Al respecto, una investigación científica divulgada en Proceedings of the Royal Society B indica que existen unos 1.300 cerebros, que son, misteriosamente, "el único tejido blando que ha sobrevivido en medio de restos esqueletizados, sugiriendo un mecanismo de conservación hasta ahora desconocido y profundamente intrigante".
Y completa el estudio indicando que "los métodos tradicionalmente reconocidos por su capacidad para preservar tejidos blandos, como la deshidratación, la congelación, la saponificación y el bronceado, no parecen explicar completamente este fenómeno. Lo que añade una capa adicional de misterio es el contexto de estos hallazgos: desde tumbas hasta naufragios, pasando por fosas comunes y ataúdes de variados materiales, sin un patrón climático o geográfico común que ofrezca pistas".
Una posible resolución al misterio
¿Por qué se conservan los cerebros? Una explicación osada al respecto corresponde a una antropóloga de la Universidad de Oxford. Para Alexandra Morton-Hayward, autora principal de la investigación científica, hay "algo intrínseco al sistema nervioso central, quizás una combinación única de bioquímica cerebral podría estar detrás de esta preservación milenaria. La presencia de ciertas grasas únicas en el cerebro y proteínas ricas en azufre, esenciales para la transmisión de señales neurales, podrían estar creando un compuesto excepcionalmente resistente al paso del tiempo".
La teoría aún no se sido comprobada, aunque, para el experto español Sergio Parra, este hallazgo "no solo abre un nuevo capítulo en el estudio de la bioarqueología humana, sino que también plantea preguntas profundas sobre la naturaleza de la vida, la muerte y la permanencia de nuestra existencia física. Los cerebros preservados podrían servir como cápsulas del tiempo biológicas, ofreciendo una ventana única a las enfermedades, la dieta y, en última instancia, la vida de nuestros ancestros".
Este especialista estima que los hallazgos marcan "la necesidad de reconsiderar nuestras teorías sobre la conservación post-mortem y la descomposición, así como la importancia de preservar y estudiar estos raros hallazgos arqueológicos". Y finaliza de este modo su fascinante análisis: "la conservación de estos cerebros a través de los milenios no solo ofrece un tesoro de información bioarqueológica sobre la evolución, la salud y las enfermedades humanas, sino que también nos obliga a mirar hacia atrás, hacia las profundidades del tiempo, con un renovado sentido de asombro y respeto por la complejidad y la resiliencia de la vida humana.