A Sogen Kato lo iban a premiar en Japón el día de su cumpleaños 111. Sin embargo, hallaron su cuerpo momificado. Su familia convivió con el cadáver durante 30 años. Las razones que argumentó la familia ante el juez que los condenó.
La expectativa era muy grande. Hasta algunos medios habían preparado alguna sorpresa para el anciano Sogen. Nadie entendía lo que sucedería apenas minutos después. Se iba a descubrir casi en vivo por la televisión nacional japonesa uno de los engaños más grandes de ese país. No se hablaría de otra cosa en Tokio por los meses siguientes.
El país de los longevos
Este país asiático es conocido como una de las zonas azules más famosas del mundo (lugares donde los seres humanos logran mayor longevidad) y suelen romperse estos récords de “hombre o mujer más viejo del mundo”. En este caso era especial porque Kato cumplía 111 años. Un hecho inusual, aún en Japón.
Entonces llegó el momento clave en esta historia. Fue cuando los funcionarios de la capital japonesa se acercaron hasta la casa para saludarlo, notaron una actitud nerviosa de la familia. “Hola, vinimos a visitar a Sogen por su cumpleaños. Se convirtió en el hombre más viejo del mundo. Queremos felicitarlo por su logro”, dijeron los dirigentes. La familia siguió en silencio. Se empezaron a mirar nerviosos.
La nieta atendió a las visitas y no los dejó pasar. “Mi abuelo no quiere ver a nadie. Igual le agradecemos el saludo. Le voy a pasar el mensaje”, dijo la mujer mientras titubeaba y le temblaba la mano en la que tenía una taza de té tibio.
Se descubre el engaño
Enseguida los funcionarios se retiraron de la casa y llamaron a la policía. Los oficiales llegaron en minutos, con puntualidad nipona, y descubrieron que la familia Sogen vivía con los restos momificados de Kato. Los huesos del hombre que supuestamente cumplía 111 años estaban sobre su propia cama. Nadie en el barrio había sospechado nada, ni preguntado por el anciano en ningún momento. Habían pasado unos 30 años..
Estudios posteriores sobre los restos de Kato indicaron que el cuerpo era el de un hombre que había muerto tres décadas antes del momento de ser descubierto. Se iniciaba un escándalo mediático de alto impacto en Japón.
Durante todo ese 2010, el gobierno municipal de Tokio había intentado reunirse con Kato. La idea era prepararlo para la fiesta de los 111 años en el que rompería el récord y se convertiría en el hombre más viejo del mundo. Siempre que visitaban la casa, los familiares respondían con evasivas. El anciano nunca estaba disponible. O dormía la siesta o estaba con alguna molestia que le impedía recibir a los funcionarios. Sn embargo, nunca hubo sospechas sobre la situación de Sogen.
Todo estalló el día del cumpleaños del anciano. Allí la policía descubrió un cuerpo momificado, después los estudios confirmaron que se trataba de Kato. El anciano estaba acostado en su cama, en ropa interior y pijama, cubierto con una manta.
Los familiares de Kato intentaron defenderse apenas la policía descubrió el cuerpo en la habitación. La nieta le dijo a la policía que el adulto mayor “se había confinado en su habitación hace más de 30 años y se había convertido en un buda viviente”.
La última vez que su familia vio a Kato, el hombre había anunciado que iba a convertirse en “un buda en su propio cuerpo”, una práctica extrema de la secta budista Shingon.
De esa manera, el anciano se negó a comer y beber mientras meditaba encerrado en su pieza para alcanzar la ese estado único del budismo. De esta forma, se logra que el cadáver resultante no se descompone, sino que se momifica de forma natural.
Kato, practicante del budismo, buscaba llegar al estado de satori. Ese momento en que se descubre de forma clara que solo existe el presente. En este momento, el tiempo es solo un concepto. Y el pasado y el futuro son una ilusión al igual que todo el mundo físico. Satori es un momento de comprensión al nivel más alto, es ir más allá de la experiencia terrenal.
Dicen en el budismo que una persona tiene su satori lo único que ha hecho es eliminar un conflicto mental, aclarar su comprensión del sentido de la vida o habrá reestructurado su personalidad de tal manera que ello le permitirá vivir más contento. No obstante, seguirá trabajando, comiendo, durmiendo o pagando impuestos. En el caso de Kato, quizás el encierro para meditar fue demasiado largo. O al menos la familia no midió los peligros de tanto tiempo sin comer o beber agua.
Pero, ¿qué otra razón había detrás del caso de Sogen? ¿Por qué una familia convivió durante tres décadas con el cuerpo de uno de sus integrantes? La hipótesis que enseguida manejó la policía fue que el único objetivo era cobrar la pensión del abuelo de la familia. En los 30 años desde que murió, Los Kato habrían defraudado al estado japonés en el equivalente a 109.000 dólares que se depositaban en yenes en la cuenta bancaria de Kato.
Convivir con un cuerpo momificado
“Su familia debe haber sabido que había estado muerto todos estos años y actuó como si nada hubiera pasado. Es tan inquietante pensar que toda una familia cenaba o los niños hacían tarea con el cuerpo de Kato a escasos metros”, dijo Yutaka Muroi, un funcionario de bienestar metropolitano de Tokio a un medio local en el momento en que se conocía la noticia sobre el hallazgo del cuerpo.
La causa contra Los Kato avanzó y la autopsia determinó casi con exactitud la data de muerte del anciano. El hombre más viejo del mundo no era tal. El anciano había muerto a los 79 años a mediados del mes de noviembre de 1978. Su familia había mantenido su fallecimiento en secreto para poder seguir cobrando la pensión. El anciano no tenía amigos y nadie pregunto por él cuando dejaron de verlo por el barrio. Parecía un plan perfecto. Todo hasta que Sogen batió el récord de hombre más viejo del mundo.
En agosto de 2010, después de que se encontró el cuerpo de Kato, dos de sus familiares, Michiko Kato, de 81 años, hija de Kato, y Tokimi Kato, de 53, su nieta, fueron arrestados y posteriormente acusados de cometer fraude contra el Estado.
Se cree que Kato tenía derecho a recibir prestaciones sociales para personas mayores una vez que cumplió 70 años, y es posible que su familia haya visto la chance de seguir cobrando tras su fallecimiento en 1978. Los investigadores revelaron que los dos familiares arrestados habían cometido fraude al engañar a la Asociación Japonesa de Ayuda Mutua de Maestros de Escuelas Públicas, que había estado transfiriendo fondos a la cuenta de Kato, pese a su muerte que nunca había sido informada.
La hija de Kato fue condenada a dos años de prisión por el fraude. La sentencia se conoció apenas unos meses después del descubrimiento del cuerpo. El magistrado había calificado el delito como “atroz”. Sin embargo, la mujer devolvió el dinero y pidió perdón por sus acciones.
¿Qué habrá sentido Sogen antes de morir? ¿Cómo soportó el hambre, la sed o en qué pensó en esos momentos? ¿Habrá pedido auxilio antes de perder todas sus fuerzas? Lo que sí se sabe es que la familia de Sogen convivió con el cadáver del “buda viviente” durante tres décadas en las que cobraban su pensión, mientras pasaban indiferentes por la puerta cerrada de la habitación del abuelo Kato.